CARTA A SAN PABLO

 CARTA A SAN PABLO

Querido hermano Pablo:

Te ruego perdones mi atrevimiento, fruto del amor y la osadía que provocan el conocer la infinita Misericordia de Nuestro Señor.

Quisiera decirte en primer lugar, que mi nombre no es relevante, aunque tú me conoces bien y por ello sabes que solo soy un cristiano de base, ahora en la comunidad de Cursillos de Cristiandad, algo muy conocido por ti, en una de la islas Canarias situadas más allá de las columnas de Hércules y al oeste de la antigua provincia romana de Mauritania-Tingitana, a las que Plinio llamó "afortunadas". Y, aunque sin mérito alguno, escogido junto a otros muchos por la Gracia de Dios para la predicación Kerigmática de lo fundamental cristiano.

El motivo es que echo de menos aquel año que la Iglesia te dedicó y en el que tanto hablamos y pensamos en ti. Me dirás que tú no te vas, que siempre estarás presente con tus cartas, donde con palabras determinantes y encendidas, hablas del Señor a los hombres y estoy seguro que también de los hombres al Señor, porque eso eres tú, un hombre santo. Lo sé.

Pero un hombre a quien resulta muy fácil querer porque también eres muy especial al haber sido tocado en el corazón por Aquel al que perseguías sin tregua y que cambió tu vida para siempre. Por su Gracia tú también cambiaste la vida de mucha gente, por su Gracia fundaste y cuidaste de muchas comunidades que empezaron a conocerse con el nombre de "cristianas".

Y es así hasta el punto de estar muy divulgada la tesis propuesta por algunos autores de los siglos XIX y XX, (W.Wrede, K.H. Rengtorf, F. Nietzsche,....) de que fuiste tú el primer cristiano y el auténtico fundador del cristianismo, que sin ti no existiría porque apenas habríamos oído hablar de una oscura secta judía cuyo Maestro murió en la cruz.

En verdad, querido Pablo, son unos ignorantes, desnortados y prepotentes porque a ti solo te movía el Espíritu de Dios y porque sin la referencia de Jesús, nuestro Señor y Salvador, tu no tendrías consistencia "cristiana" propia. Pero como sabes, el desvarío es algo que acompaña con frecuencia a los hombres soberbios que se creen sabios y prudentes.

Tú lo palpaste en Atenas cuando hablando de la resurrección se rieron de ti y te despreciaron. Mucho han cambiado las cosas en los últimos dos mil años, pero eso no, porque hoy también muchos hacen burla de nosotros cuando hablamos de Jesús, y aunque Él sigue siendo, ahora más que nunca nuestra esperanza, también continúa siendo escándalo para el Pueblo elegido.

¿Pero qué voy a decirte a ti?, que al poco tiempo de tu muerte, las primeras fuentes cristianas empiezan a considerarte controvertido, siendo para unos un elegido por Dios para proclamar el Evangelio a los no judíos, mientras que otros te ven, como un peligroso propagador de una forma de cristianismo que va más allá, e incluso en contra de la tradición religiosa inaugurada por Jesús.

Recordarás que en Corinto y Éfeso se siguieron escribiendo cartas en tu nombre que mantienen viva tu memoria, actualizan tu pensamiento y apelan a tu autoridad, reivindicándote como único garante de la verdad con el fin de combatir a los propagadores de las nuevas doctrinas de carácter sincretista y agnostizante.

Pero también estarán en tu mente escritores cristianos como Tertuliano que en el siglo III llegó a identificarte como el "apóstol de los herejes", o Marcion que se sirvió de ti para fundar y dar peso a unas tesis en discordancia con la doctrina tradicional de la Iglesia, o Valentín que en el siglo II interpretaba en clave agnóstica temas y términos que tu habías escrito, y mucha literatura apócrifa como la supuesta correspondencia entre Séneca y tu, y otros asuntos durante varios siglos que harían muy larga esta carta si los mencionase y que no creo merezcan la pena por no tener ninguna base histórica.

Sin embargo no faltan escritores de la talla de Ireneo, Orígenes, Rufino, Teodoro de Mopsuestia, Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla y autor de los célebres "Panegíricos" en los que manifiesta su afecto hacia ti, o Agustin de Hipona en sus "Confesiones" donde dice que" después de leer a los filósofos platónicos me abalance con la mayor avidez sobre la venerable escritura de tu Espíritu (el Espíritu del Señor), y en primer lugar sobre el Apóstol Pablo". ¡Cuánto se ha dicho de ti en la Edad Media, en la Reforma de Lutero, en el arte y la literatura, y así hasta llegar a los días que me han tocado vivir donde sigues en la brecha! Tiempos estos en los que quizás, como tu decías, la gente se rodea de maestros a la medida de sus deseos, apartando el oído de la verdad.

P.D. Querido Pablo. No te molestes en contestar a esta carta, de un impertinente y desvergonzado admirador tuyo, Queridísimo hermano, y que solo pretende reivindicarte una vez más en estos tiempos de descreimiento, apatía y falta de principios, donde muchos han preferido renunciar a "vivir según el Espíritu y viven según la carne" tal como tú explicabas en tu carta a los romanos. Aunque de nuevo te pido perdón porque ninguna falta te hace a ti, una de las dos solidas columnas junto a Pedro, de la Iglesia de todos los tiempos, la reivindicación de un don nadie como yo. No obstante si espero contar con tu aquiescencia.

JUAN DE DIOS BLANCA DE LA PIÑERA